Trabaja, pero se pasa el día en el bar tomando unas cañas que nunca paga. Un hombre de pueblo asentado en la capital. Un mecánico cuyo espíritu creativo enreda la vida de quienes le rodean. Ése es Fiti, el amigo incondicional de Diego (Antonio Resines). Es por esa lealtad por lo que todo se le perdona, desde la lista interminable de cervezas a las que siempre es invitado en la taberna de los Serrano hasta las crisis matrimoniales que provocaba entre Diego y Lucía (Belén Rueda) por unas sospechas injustificadas, propias de la más surrealista y cervantina imaginación.
Puede parecer exagerado comparar a Fructuoso Martínez con el más elevado emblema de la Literatura española, pero ¿quién es Fiti si no un Quijote de nuestro siglo? Nacido en un lugar de cuyo nombre no quiere acordarse (pero en Murcia, no en La Mancha), no duda en levantarse contra entuertos, infamias e iniquidades, que cual Alonso Quijano, convierte en reales gracias a la capacidad de convicción de su palabrería.
Palabrería, que no verbo, porque el de Fiti no es precisamente el último bastión del castellano antiguo, sino un español enriquecido con neologismos que, en la serie, son propios de los Martínez, pero que la pequeña pantalla ha trasladado a una amplia capa de la sociedad, que mayormente ha adoptado su peculiar forma de hablar.
Desde 2003 (año en el que empezó a emitirse esta comedia), ya no se es impotente, sino "nenuco", ni homosexual, sino "trucha", algunos practican la "mirada del tigre" y quienes pueden "hacen uso del matrimonio". Estas son las expresiones más comunes de Fructuoso; de los Martínez, en realidad. Son como una especie de gen blindado ante cualquier mutación; incluso su hijo Raúl (Alejo Sauras), descubrió que era padre porque el niño en cuestión decía a menudo mayormente.
Volviendo a la creatividad de nuestro Quijote, ésta viene inspirada no en los libros de caballería, como en el personaje, sino en la televisión, fuente de sapiencia de este hidalgo que más que remendar, enreda aún más los entuertos. Su "modus operandi" (perdón, su "modus operandus", como él diría) sigue un patrón más o menos común: primero muestra a su Sancho Panza, esto es, Santi (Jesús Bonilla), hermano de Diego, la existencia de una situación injusta que ellos, como hidalgo de los de lanza en astillero y escudero fiel, deben arreglar. A continuación, se dirigen al protagonista, Diego Serrano, que cae una y otra vez en las intrincadas ideas de ambos justicieros (han de dar nombre al barrio en el que viven, Santa Justa).
Ideas que bien podrían haber provocado el divorcio o la ruina del hermano pequeño de los Serrano en más de una ocasión. En el capítulo 25 de la serie, Fiti y Santi convencieron a Diego de que su mujer había hecho "uso del matrimonio" con un galletero, es decir, con un hombre bisexual a la vez, cuando en realidad se trataba de un amigo homosexual de Lucía. Por supuesto, la desconfianza mostrada por el esposo, a punto estuvo de desembocar en ruptura matrimonial.
Estas son las andanzas del caballero de Santa Justa, un héroe que mayormente enreda y que es, lo que viene siendo, un buen amigo.